domingo, 18 de enero de 2009

Fiebre del sábado noche.

Supongo que por ser domingo, porque he dormido 10 horas y por aquello de que estoy en plan chillout, se me ha pasado un poco la vena asesina que me dio ayer por la noche, provocada por el maravilloso metro de Londres, del que tanto alardea su alcalde, por el que yo pago una pasta gansa, y que siempre, sea el día o la hora que sea, tiene problemas.

Me explico, tras introducir por qué anoche, con lo a gusto que estábamos en nuestro pequeño nido de ermitaños viendo películas y comiendo “palomas” , nos decidimos a salir justo en el preciso momento en que se puso a llover, que raro, y todo fue porque era el cumpleaños de una amiga, y a esas cosas tienes que ir.

Encima es toda una motivación para salir el hecho de plantearte cómo ir a cualquier parte teniendo en cuenta que de por sí nosotros vivimos a tomar por saco de todo aquello que se pueda considerar “civilización”, y que para más INRI nos cortan la línea de metro de casa todos los fines de semana por obras. Vamos, que salimos con la idea de casa de que llegaríamos “algún día”, es decir, que el trayecto mínimo sería de una hora.Vale, hasta ahí lo llevamos bien.

El problema vino derivado de la lluvia. Por la lluvia, resulta que se estropeo una línea de metro o una vía de tren o yo que se que leches se estropeó, y de repente de estar a tres paradas de nuestro destino, resultó que habíamos cruzado misteriosamente (porque en el plano no se veía ninguna vía entre esas dos estaciones ni viva ni muerta), a otra estación, a tomar por saco de donde estábamos, y más aún a tomar por saco de donde teníamos que ir. Todo esto, como he dicho derivado de la lluvia. Y yo me preguntaba tras media hora de espera en el tren en una de las estaciones, - ¿pero esta gente no sabe que en su país llueve, y llueve mucho? – vamos, es que la lluvia en Londres es más conocida mundialmente que el Big Ben. Pues no, aquí no contaron con ello por lo visto ayer por la noche. Total, que después de esperar otra media hora en otra estación, aparece un hombre muy dicharachero y nos comunica que el tren que iba hasta el punto A, ahora solo va hasta el punto B (a mitad de camino vamos, como si el tren de la línea 5 que tuviera que ir hasta Aluche solo llegase a Callao y punto y final). Total, que una chica que tenía que ir al punto A para coger después un autobús que la llevaría a su casa en el punto C (debía vivir en Liverpool por lo menos), le dice al hombre, - ¿y cómo voy yo a mi casa?-. Pobre, yo pensaba, - ¿esta noche? Esta estación es tu casa, pequeña-, pero ella, muy tranquilamente, se limitó a coger sus cosas y decir –Rubish, rubish, rubish!-, como si me pasa a mi eso y exclamo –¡retuétanos, retuétanos, retuétanos!- vamos, todo un desahogo. Yo si fuera ella, habría empujado escaleras abajo al hombre dicharachero, después de haber puesto el grito en el cielo por la mierda de transporte underground, overground, superground o como quieran llamarle que tienen en esta ciudad.

Finalmente, tras otras 5 paradas en el último tren de esa noche, conseguimos llegar dos horas y media después a nuestra fiesta de cumpleaños, mojados, con frío, y con pocas ganas de fiesta.

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