lunes, 2 de noviembre de 2009

Los achaques de la edad.


Últimamente y de la forma más absurda, me he dado cuenta de que me estoy haciendo mayor. No tengo arrugas demasiado visibles, no tengo canas porque las pocas que osan aparecer por encima de mi castaña cabellera son cortadas sin piedad “al uno”, no tengo reumas, falta de memoria, dolor de huesos, o cualquier cosa que venga con los años, pero sorprendentemente mi vejiga se está haciendo cada vez más pequeña, y mis ojeras cada vez más grandes. Y casi me atrevería a decir que lo segundo es consecuencia de lo primero, porque desde hace algún tiempo, cosa que en la vida, tengo que levantarme por la noche para ir al baño como si en ello consistiera mi vida, porque si no, creo sinceramente que sería capaz de mearme encima. Por supuesto no he hecho la prueba de aguantar, ni la pienso hacer, por dos razones, una, muy obvia, no quiero mojar el colchón con 27 años y como consecuencia probablemente a mi maridín que duerme plácidamente a mi lado. Y otra, porque es imposible volver a dormirse con la sensación de que tienes que ir al baño. Consecuentemente, me levanto un mínimo de una vez cada noche, lo que hace que pierda el hilo del sueño y el descanso en las escasas 6 horas que duermo cada día.

Así que mi rutina mañanera se convierte en una ducha, un desayuno y una buena capa de anti ojeras, un “must” que nunca pensé necesitar hasta hace bien poco, y en lo que seguramente influye la falta de sol. Resultado, mis ojeras blancas como la leche. A esto añado que duermo con antifaz porque no soporto la luz mientras duermo y creo que me aprieta un poco de más, por lo que me levanto con los ojos rojos y una marca alrededor de los ojos que me dura hasta bien entrada la mañana, lo que me hace parecer un mapache entre eso y el blanqueamiento de ojeras. Así que cada mañana lo primero que me dicen mis compañeros de curro al verme entrar por la puerta es –tienes cara de cansada-, antes ni siquiera de los buenos días. ¿Qué mejor forma de empezar el día?. Mejor no contesto, por no parecer descortés.

Conclusión, difícil en Londres, ¡menos agua y más sol¡