
Ayer, día 16 de diciembre, con un frío que pela en Londres, cayó la primera nevada del invierno sin hacer mucho más que dar por saco, porque ni cuajó ni na de na, solamente enguarrinó la calle y fastidió los maratones de compras que se están pegando algunos, porque aquí no hay reyes, hay solo papá Noel, y llega la semana que viene y algunos no han hecho sus deberes… (me incluyo entre ellos, pero yo ayer estaba currando).
Total, que en mi camino de vuelta del curro andando, diez minutitos en poco más de un kilómetro que son un crisol de formas y colores en lo que al vestir se refiere, me dí cuenta de lo absurda a la par que ridícula puede llegar a ser la gente. O es que mi sentido de la comodidad (y el común), superan con creces cualquier moda, tendencia o diseño vanguarista. Vamos, que ande yo caliente, ¡ríase la gente!, aunque lo mismo debía pensar algún esperpento con el que me crucé mientras andaba, pero al reves, y en inglés. Detallo:
-Mi outfit: ropa interior, (of course), leotardos gorditos, camiseta térmica de manga larga y cuello alto, jersey de cuello vuelto, chaqueta de lana, abrigo, bufanda, gorro de lana, guantes, y botas de piel.
¡Toma ya! tengo que empezar a tener la buena costumbre de llevar mi cámara de fotos allá donde vaya, incluso al trabajo. Que luego me pierdo primicias como estas y sólo puedo detallarlas por escrito cuando una imagen (¡y qué imagen¡), vale más que mil palabras.
A falta de foto del evento mencionado, pongo una de todo lo contrario, la Britney con botas UGG (calentitas calentitas), en pleno verano y bebida del McDonalds en mano.
Sin comentarios.